El ecólogo Philip Fearnside decidió irse a vivir a Manaos, en la Amazonia brasilera, y, desde ahí, estudiar a esta región, que no pasa por un buen momento. Hoy todos los ojos están puestos sobre ella, pues faltan pocos meses para que allí se celebre la COP30, la cumbre más importante de cambio climático. Para este académico, hay un camino largo por recorrer para evitar llegar a un colapso irreversible.
Philip Fearnside nació en California (Estados Unidos) en 1947, pero desde hace más de 40 años vive en Manaos, en Brasil. Es ecólogo y profesor de investigación del Instituto Nacional de Investigación en Amazonia (INPA) y de las voces más reconocidas entre quienes estudian el bosque húmedo tropical más grande del mundo.
Durante décadas ha enfocado su trabajo en comprender los desafíos a los que se enfrenta la Amazonia: deforestación, cambio climático, pérdida de biodiversidad, entre otros. También ha llamado la atención sobre los impactos de grandes proyectos de desarrollo en la región, como carreteras y plantas hidroeléctricas, muy populares en el país vecino. Fearnside habló con El Espectador sobre lo que está pasando en esta región, que será sede de la cumbre de cambio climático más importante del planeta, la COP30.
¿Cuál diría que es la mayor amenaza que la Amazonia enfrenta actualmente?Hay muchas amenazas, pero claramente una amenaza directa es la deforestación y la degradación del bosque. La tala de árboles hace más probable que haya incendios forestales que pueden destruir la vegetación mucho más rápido. También está el cambio climático que, por supuesto, se relaciona con la deforestación y la degradación del bosque por la emisión de gases de efecto invernadero.
Sin embargo, las contribuciones al cambio climático provienen en su mayoría de otras partes del mundo y los combustibles fósiles necesitan ser controlados. Salvo que todo esto sea atendido, vamos a perder la selva tropical del Amazonas y sus servicios ambientales. La región captura una gran cantidad de carbono. Si solo una pequeña fracción de eso se libera en pocos años, el cambio climático sobrepasaría el punto de inflexión y se escaparía del control humano.
¿Qué atención está recibiendo la deforestación de la Amazonia en Brasil, que tiene la mayor parte de esta región?
Aquí en Brasil, prácticamente solo el Ministerio de Ambiente está controlando la deforestación, pero el resto del Gobierno está haciendo cosas que aumentan este fenómeno y la emisión de gases de efecto invernadero. El Ministerio de Transporte, por ejemplo, está construyendo nuevas vías que abren grandes áreas de bosque y una vez están terminadas, básicamente se salen del control del Gobierno y sirven como entrada para quienes deforestan.
También, el Ministerio de Agricultura está subsidiando la conversión del bioma en pastizales para cultivar soya tanto dentro como fuera de la Amazonia. Todas estas cosas se suman más y más a la deforestación y se deben cambiar, pero lo que sucede es que hay cientos de personas que están tomando decisiones independientes. No se puede simplemente dejar el problema en manos del Ministerio de Ambiente.
¿Y cuál ha sido la posición y el rol del presidente Lula da Silva en todo esto?Ciertamente, el presidente Lula es mucho mejor que Bolsonaro en términos ambientales, no hay duda sobre eso. Sin embargo, Lula ha hecho muchas cosas que conducirán a más deforestación durante las próximas décadas, como esas carreteras. Por ejemplo, el 10 de septiembre del año pasado, anunció su apoyo para el proyecto de reconstrucción de la vía BR319, que conectaría Manaos, en el centro del Amazonas, con lo que llamamos el arco de la deforestación, donde se ha concentrado el 80% de la deforestación hasta ahora. Eso permitiría que los deforestadores viajen a diferentes lugares y deforesten la selva.
El 10 de septiembre no podría haber sido una fecha más irónica para anunciar ese apoyo. Había una gran parte de Brasil cubierta por el humo de los incendios en la Amazonia, hospitales llenos de personas con problemas en los pulmones, ríos con niveles muy bajos, niveles récord, y justo en ese momento Lula mostró apoyo a algo que tiene consecuencias ambientales y climáticas tremendas.
Hace poco, BBC denunció que se está deforestando la selva amazónica para construir una autopista de cuatro carriles que llegue a la sede de la COP30, Belém do Pará. Esto ha generado un gran debate, pues la obra ya estaba planeada desde hace tiempo. ¿Usted qué opina?
No es un gran problema en términos de promover emisiones de efecto invernadero y el cambio climático. Es una vía de 13 kilómetros y, comparada con otras carreteras, como la BR319, tiene un pequeño porcentaje de impacto. Pero sí es cierto que se ubica donde se dará la COP30 y que su construcción se está acelerando debido a la cumbre. La obra ya obtuvo licencia ambiental del estado de Pará, no es una vía federal, lo cual es complejo porque los gobiernos estatales son mucho más laxos en cuánto a sus requerimientos.
Sí, la están construyendo, y es un problema en términos del mensaje que envía en el marco de la COP30. Además, a sus alrededores hay comunidades quilombolas, que son descendientes de esclavos africanos que escaparon a los bosques de la Amazonia en los últimos siglos y establecieron sus propias comunidades. Tienen los mismos derechos que los pueblos indígenas, tienen el derecho a que se les consulte sobre cualquier tipo de proyecto que les afecte, pero no se les ha consultado sobre esta carretera.
¿Cómo se pueden volver sostenibles los “modelos de desarrollo” en la Amazonia?
Básicamente, el problema es que la historia no sigue el plan. Puede haber un plan con mucho esfuerzo para tener gobernanza, pero eso no significa que vaya a darse. Quizás décadas en el futuro, las cosas sean diferentes, pero, a partir de ahora, las decisiones deben basarse en lo que realmente es probable que pase, no lo que se querría que sucediera.
De hecho, una de las declaraciones de impacto ambiental para la carretera BR319 tomó el parque nacional de Yellowstone en los Estados Unidos como ejemplo, mostrando un mapa del parque con esas vías en donde millones de turistas se acercan y nadie tala los árboles. Pero ese es un mundo completamente diferente al del caos que se vive en la frontera del Amazonas.
Por lo general, se cree que la Amazonia es solo una selva tropical, pero también tiene ecosistemas de sabana únicos, algo que sucede tanto en Brasil como Colombia. ¿Cuál es el estado de conservación y protección de esas sabanas?
Las sabanas también se destruyen rápidamente al convertirse en cultivos de soya y para aceite de palma, algo que por ejemplo está pasando aquí en Roraima. También se han transformado en paso de ganado con pastos africanos.
Estas sabanas son muy biodiversas y una vez se pierden, no vuelven. Su degradación está sucediendo y avanzando muy rápido, y estos ecosistemas no reciben la misma atención del público y de la prensa como la que han tenido los bosques y la deforestación.
La Amazonia está presente en nueve países, ¿cómo unir estos esfuerzos y políticas entre países y trabajar juntos para protegerla?
Hay mucho que se podría hacer. Ambientalmente, esto es muy importante, porque si se pierde la selva amazónica en un país, también habrá impactos en los otros países, como los impactos climáticos. Así que hay muchas cosas en términos de colaboración que podrían ayudar. Brasil está muy avanzado en términos de teledetección para localizar la deforestación, incendios y tala. Sería muy útil procesar la información que tienen todos los países amazónicos para entender el impacto a nivel general de la deforestación, pero también para tomar acciones inmediatas. Hay muchas oportunidades al colaborar.
¿Y qué pueden hacer los otros países?
Es importante que todos los países apoyen la reducción de la pérdida de los bosques de la Amazonia, a través de la disminución de emisiones de efecto invernadero y los combustibles fósiles. Hay una oportunidad para esto la Conferencia de Cambio Climático (COP30) que se dará en noviembre aquí en Brasil, en Belém. El mundo entero, excepto por Estados Unidos, se reunirá para conciliar sobre estas cosas. Perder la selva amazónica sería un desastre para todos esos países.
Ahora que lo menciona, ¿cuál es su perspectiva sobre esta nueva istración de Estados Unidos y cómo está abordando el cambio climático, que el presidente Donald Trump ha negado?
Es muy desafortunado. El presidente Trump niega el cambio climático inducido por el ser humano y está deshaciendo todo lo que el gobierno venía realizando al despedir a miles de personas que trabajan en el cambio climático, entre otras cosas, y parece que eso no va a cambiar por la COP30. El problema es que no podemos esperar a que Trump haga algo al respecto porque las cosas están pasando muy rápido y no tenemos cuatro años para esperar. Así que el resto del mundo debe tomar las decisiones pertinentes para reducir las emisiones.
Este artículo es publicado gracias a una alianza entre El Espectador e InfoAmazonia, con el apoyo de Amazon Conservation Team.