La petrolera estadounidense ha transformado Guyana en uno de los principales productores globales de petróleo. Sin embargo, la expansión se ha producido a costa del aumento de la desigualdad, la flexibilización de normas ambientales, la quema irregular de gas y la creciente influencia extranjera.
Por Fábio Bispo
08 de abril de 2025
En Georgetown, la capital de Guyana, el chirrido de los camiones que transportan materiales para faraónicas construcciones suena sin cesar por toda la ciudad. Un nuevo puente sobre el río Demerara, una isla artificial, además de modernos edificios y lujosos hoteles se alzan como símbolos de la riqueza prometida por la industria petrolera. Los extranjeros de empresas recién llegadas ya la llaman “la nueva Dubai: Dubai, una de las principales ciudades de los Emiratos Árabes Unidos, simboliza la prosperidad económica a raíz del petróleo.”.
La petrolera estadounidense ExxonMobil domina la producción de petróleo en Guyana. En 2015, la empresa anunció el hallazgo de una de las reservas más grandes del mundo en la última década. A partir de ahí, Esso Exploration and Production Guyana, su filial en el país sudamericano, lidera el consorcio: Un consorcio de empresas petroleras es una forma de asociación para explorar y producir petróleo, compartiendo costos, riesgos y beneficios. Suele haber un operador principal, como es el caso de Esso en Guyana. que opera el bloque petrolero Stabroek. El bloque cubre un área de 26.800 km² en la zona costera guyanesa, y la concesión también incluye a la estadounidense Hess Corporation y a la china CNOOC. Mientras amplía su presencia en el país, ExxonMobil se enfrenta a acusaciones de activistas medioambientales y demandas judiciales.
Según las denuncias, la empresa no cumplió con lo acordado en las licencias ambientales: Una licencia ambiental es una autorización gubernamental para empresas y proyectos que puedan tener impactos ambientales. La licencia debe garantizar que los daños serán evitados o minimizados. El Ibama y algunas agencias locales son responsables por el licenciamiento ambiental en Brasil. para aumentar la producción y las ganancias en los tres campos activos: Los campos petroleros activos son zonas en las que la producción ya está en marcha. Los campos están ubicados dentro de bloques. dentro del bloque: Liza (Fase 1 y 2) y Payara, cuya producción total alcanza los 650 mil barriles diarios. Con la confirmación de otros tres campos que recibieron el visto bueno, se estima que la producción llegue a los 1,3 millones de barriles diarios en 2027, cuando debe empezar esa nueva operación.
En noviembre de 2024, el equipo de InfoAmazonia estuvo en Georgetown y sus alrededores para conocer a las principales voces que denuncian a la petrolera. Nuestra investigación también examinó los casos judiciales e informes que revelan las violaciones medioambientales de ExxonMobil en el país. Este artículo forma parte del proyecto transfronterizo Hasta la última gota, un esfuerzo periodístico que a lo largo del último año analizó detalladamente los impactos de la industria petrolera en la Amazonía.
Nuestra investigación demuestra que el gobierno guyanés viene aflojando normas medioambientales, firmando contratos que favorecen a las petroleras en detrimento de la población y apoyando a esas empresas en procesos judiciales.
“Nuestras instituciones han sido capturadas por los intereses extranjeros. Exxon no es la única, pero sin duda es la más notoria”, afirmó la ambientalista Sherlina Nageer, fundadora del Movimiento Corazón Verde, que defiende otras alternativas al sector. Ella es una de las principales voces que se oponen a la explotación petrolera en Guyana.
Nageer considera una “tontería” confiar en una empresa cuyas ganancias anuales superan el Producto Interno Bruto (PIB) de Guyana. En 2022, ExxonMobil registró ingresos globales de US$ 413 mil millones, casi 28 veces más que el PIB del país en ese mismo año, estimado en US$ 14,7 mil millones, según datos del Banco Mundial.
El país se está transformando en un “petroestado”, una nación en la cual la economía, las decisiones políticas y las instituciones están conectadas a la industria petrolera. Por eso, es cada vez más difícil saber dónde acaba el Estado y empieza ExxonMobil.
US$ 413 MIL MILLONES
fueron los ingresos globales de ExxonMobil en 2022, casi 28 veces el PIB de Guyana
Quema de gas en Guyana
Una de las prácticas de ExxonMobil cuestionadas por jueces y ambientalistas consiste en la quema de gas natural durante la explotación de petróleo: La explotación de petróleo es el proceso de extracción de combustible crudo bajo tierra para uso comercial. La explotación puede ocurrir en tierra firme o alta mar. (también conocida como gas flaring). Este proceso arroja a la atmósfera el gas excedente cuando no hay interés económico ni infraestructura para procesarlo. La quema de gas libera una gran cantidad de dióxido de carbono (CO₂) y metano, que contribuyen para el calentamiento global.
La licencia ambiental del campo Liza (Fase 1) —la primera reserva descubierta por Esso en Guayana— se aprobó en 2017 con la prohibición del flaring, salvo en situaciones de reparos técnicos o emergencias. Sin embargo, entre 2019 y 2023, la petrolera registró 1.298 episodios de quema de gas. Esa información proviene del análisis del proyecto Hasta la última gota basado en datos de SkyTruth, una plataforma que utiliza imágenes de satélite para rastrear actividades perjudiciales al medioambiente.
Para calcular el impacto de esas actividades, nuestro reportaje tuvo la consultoría científica del Instituto Internacional Arayara, una organización dedicada a la defensa de los derechos medioambientales. El análisis reveló que, entre 2019 y 2023, ExxonMobil quemó 687 millones de metros cúbicos de gas en la costa de Guyana, liberando 1,32 millones de toneladas de CO₂ a la atmósfera. Ese volumen equivale a las emisiones de casi 287 mil automóviles en circulación durante un año y sitúa a Guyana como el segundo mayor emisor de gases de efecto invernadero por flaring en la Amazonía, detrás apenas de Ecuador.
Sherlina Nageer fue una de las tres demandantes en una acción judicial contra la quema de gas en las plataformas de Esso. Desde niña, ella recuerda su fuerte conexión con la naturaleza, cuando se entretenía observando las hormigas en el patio de su casa. Esa misma curiosidad la ayudó a identificar las llamas de los mecheros en alta mar.

Nuestras instituciones han sido capturadas por intereses extranjeros. Exxon no es la única, pero sin duda es la más notoria.
Sherlina Nageer
Fundadora del Movimiento Corazón Verde
Foto: Victor Moriyama/InfoAmazonia
El trío de activistas afirma haber encontrado pruebas de esas ilegalidades a través de imágenes de satélite. En abril de 2021, ellas notificaron a la Agencia de Protección Ambiental de Guyana (EPA), organismo responsable de conceder licencias y supervisar el sector petrolero en el país.
Apenas un mes después de la denuncia, EPA revisó la licencia ambiental de la petrolera, suavizando las condiciones para la quema de gas en los mecheros. La agencia permitió ampliar el periodo de flaring de tres a 60 días consecutivos, pero pasó a cobrar US$ 45 por cada tonelada de CO₂ emitida en ese proceso.
Cuando la situación se volvió pública en agosto de 2021, ya se habían quemado millones de metros cúbicos de gas. Ante los tribunales, Esso justificó el flaring debido a una falla mecánica en el sistema de compresión de gas.
Según las activistas, el proceso se ha desarrollado sin transparencia. Durante meses, la abogada Melinda Janki —que representó a las ambientalistas en la demanda contra Esso y fue la principal redactora de la legislación ambiental de Guyana en 1996— intentó obtener actualizaciones sobre el caso, pero no tuvo éxito. Ante la opacidad del sistema judicial, Janki y las activistas publicaron una carta abierta exigiendo una decisión urgente en un proceso que afecta directamente al futuro medioambiental y social de Guyana.
En 2023, la presidenta de la Suprema Corte de Guyana, Roxanne George, finalmente dictó una sentencia, pero favoreciendo a la petrolera. “No se ha demostrado que la modificación de la licencia haya provocado o esté provocando efectos adversos adicionales sobre el medioambiente”, declaró en su decisión. “No hay nada en la ley que impida la emisión de una licencia modificada”.
Vincent Adams es un especialista en petróleo y gas con más de 30 años de experiencia en el Departamento de Energía de los Estados Unidos. Además, fue director de la EPA de Guyana entre 2018 y 2020. Para él, la decisión de la corte “subvierte los principios medioambientales, porque ahora el gobierno básicamente está diciendo ‘contaminen todo lo que quieran, desde que puedan pagarlo’”.
Ahora el gobierno básicamente está diciendo ‘contaminen todo lo que quieran, desde que puedan pagarlo.
Vincent Adams
Exdirector de la Agencia de Protección Ambiental de Guyana
Cuando se hizo cargo de la agencia guyanesa, Adams dice que encontró una institución mal preparada para lidiar con la industria petrolera: “No había ni un ingeniero especializado en petróleo”. Él recuerda que la agencia apenas funcionaba para “ponerle un sello” a las solicitudes de ExxonMobil y sus empresas asociadas.
En 2020, cuando Esso solicitó la licencia para el campo Payara, el tercero en el país, Adams afirma haberle exigido garantías financieras para indemnizaciones por accidentes ambientales: Es el valor que una empresa le paga al gobierno como mecanismo de reparación en caso de daños medioambientales, incluidos los derrames petroleros., algo que se había pedido en los dos proyectos anteriores. Según el experto, los estudios ambientales presentados para la concesión de licencias de los tres proyectos —prácticamente idénticos el uno al otro— indicaban que un derrame de petróleo crudo en la región podría extenderse a lo largo de la costa de Venezuela y pasar por varios países del Caribe hasta llegar a Jamaica.
Adams dejó la agencia en agosto de 2020 después del cambio de gobierno en Guyana. Él recuerda que al mes siguiente otorgaron las licencias. “Cuando me fui, ellos se hicieron cargo”, afirma el ingeniero, que desde ese entonces se ha convertido en uno de los principales críticos del actual modelo de explotación petrolera en el país.
Contrato desfavorable para Guyana
Las controversias en torno a la actividad petrolera en Guyana van más allá de la concesión de licencias: datan desde el inicio de las negociaciones con el sector. En 2015, después de que ExxonMobil descubriera la primera reserva en el país, el gobierno tuvo que definir desde cero los términos de un contrato para el bloque Stabroek, estableciendo plazos y los porcentajes de ganancias y costos a ser recuperados.
El acuerdo entre Esso y el gobierno guyanés se negoció a puertas cerradas en 2016 y se mantuvo en secreto hasta 2017. Únicamente se hizo público tras fuertes presiones externas y ha sido duramente criticado tanto por expertos como por la clase política.
El contrato establece que hasta el 75% de los ingresos brutos mensuales generados por la explotación del bloque deben destinarse a pagar los costos operacionales y de desarrollo de las empresas. El resto se divide en partes iguales entre el gobierno guyanés y el consorcio, lo que resulta en una participación de 12,5% de los ingresos para Guyana. Además, el acuerdo incluye regalías de apenas 2% sobre el valor del petróleo vendido, un porcentaje bastante inferior al de otros países. En Brasil, las regalías pueden llegar al 15%, mientras que en Estados Unidos ya van para más de 16%.
2% DE LAS REGALÍAS
van al gobierno de Guyana
En Brasil, ese porcentaje llega al 15%; en EE.UU., es más de 16%
Un informe del Instituto Estadounidense de Investigación Financiera (Ieefa) afirma que el contrato le impone cláusulas desfavorables a Guyana, lo que permite que el consorcio petrolero recupere sus gastos más allá de lo normal. El documento también señala la existencia de “deudas ocultas” en el acuerdo y advierte que el erario guyanés está soportando una carga tributaria desproporcionada. Según el informe, las petroleras recibieron US$ 3,6 mil millones entre 2019 y 2021. Mientras tanto, Guyana solamente recibió US$ 607 millones, una proporción de 6 para 1 favorable a las compañías.
“Es un contrato muy malo, nos quita muchos recursos”, dijo Donald Ramotar, expresidente de Guyana. Durante su gobierno, entre 2011 y 2015, ExxonMobil realizó estudios en la zona costera que resultaron en el primer gran hallazgo petrolero del país.
Aunque pertenece al mismo partido del actual presidente, Irfaan Ali, el exmandatario defiende que se revisen las cláusulas del contrato. Ali, por su parte, ite que el acuerdo es desfavorable, pero sostiene que hay que respetar la “inviolabilidad del contrato”.
El presidente promete negociar mejores condiciones para futuros contratos. Sin embargo, la promesa puede ser inocua. Todos los campos petroleros planeados por ExxonMobil están dentro del bloque Stabroek, protegido por el contrato de 2016.






El alcalde de Georgetown, Alfred Mentore, adversario de Ali, afirma que la revisión del contrato depende de la voluntad política. “Con la ayuda de buenos abogados, es posible llegar a algún tipo de consenso”, declaró Mentore.
Aunque él no se opone a las actividades petroleras en Guyana, Mentore pide un planteamiento más balanceado: “Tenemos que encontrar un equilibrio entre nuestro impacto en el medioambiente y cómo miramos el desarrollo”.
Otro gran crítico del contrato es Frederick Collins, presidente del Instituto de Transparencia de Guyana. La organización anticorrupción ha publicado una serie de análisis en los periódicos guyaneses, exponiendo los puntos débiles del acuerdo.
Collins consideró que el contrato fue “muy favorable a Exxon” y condenó la decisión del gobierno de mantenerlo en secreto. Además, él señaló otro punto que le llamó más la atención: el hecho de que EPA no hubiera exigido garantías financieras para posibles derrames petroleros.
Ante esa situación, Collins llevó el caso a los tribunales, y ganó. En mayo de 2023, la Corte Suprema de Guyana reforzó la urgencia de exigir garantías financieras para la actividad petrolera en el país. La sentencia concluyó que la agencia estatal había actuado con “permisividad y complacencia, lo que pone a la nación y a su pueblo en grave peligro de sufrir un terrible desastre”. Esso y el gobierno de Guyana apelaron la decisión ante otro tribunal. En esa ocasión, EPA estimó que el valor necesario para cubrir los posibles daños medioambientales de la actividad sería de US$ 2 mil millones. En junio de 2023, el tribunal aceptó el argumento y suspendió la decisión anterior.

Collins consideró que la cantidad era insuficiente para remediar los impactos del petróleo. Él recordó el derrame en el Golfo de México en 2010, desastre que obligó a la petrolera británica BP y sus aseguradoras a pagar US$ 69 mil millones como forma de reparar los daños.
En 2024, Esso fue nuevamente citada ante la justicia bajo sospecha de sobreprecio en la compra de equipos necesarios para la perforación de pozos petroleros, lo que redujo aún más el valor destinado al gobierno nacional. La Autoridad Fiscal de Guyana señaló que la empresa declaró un gasto de US$ 12 mil millones por máquinas que en realidad costaban menos de US$ 5 millones.
En un comunicado publicado en la prensa guyanesa, la petrolera afirmó que el importador del equipo había cometido un “error istrativo”, pero que eso no había representado pérdidas para el gobierno. Ante el tribunal, Esso negó su responsabilidad en el caso, que aún aguarda sentencia.
InfoAmazonia trató de ponerse en o con ExxonMobil y su filial en Guyana, Esso, pero no recibió respuesta. También le enviamos preguntas a las petroleras Hess y CNOOC, que no se habían manifestado hasta la publicación de este artículo. Se ó al gobierno de Guyana y a la Agencia de Protección Ambiental de Guyana (EPA), pero no se pronunciaron sobre las preguntas realizadas por el reportaje.
Comunidades recelosas

Los habitantes de las comunidades costeras e indígenas alrededor de Georgetown están divididos y recelosos ante la llegada de la industria petrolera al país. En Hope Beach, a 25 km de la capital, un auténtico cementerio de barcos revela como la pesca ha perdido espacio. “Eran barcos que se utilizaban para pescar, pero la gente los puso a la venta y nadie quiso comprarlos”, explica el pescador Amran Samad.
Los pescadores denuncian que la extracción de petróleo ha traído una serie de problemas para su actividad. Ellos citan el intenso flujo de barcos y las vibraciones causadas por las operaciones offshore (en alta mar) como posibles factores que alejan a los peces. Mientras tanto, el aumento de las importaciones de pescado, vendido a precios muy bajos, ha intensificado la competencia desleal y reducido la demanda del producto local.
En la comunidad de Anna Regina, a 60 km de Georgetown, una placa dejaba un mensaje de advertencia: “Los manglares nos protegen y resguardan lo que pescamos en el mar. Protejámoslos”.
Doodneith Mdehnai, que vende verduras y pescado en ese pequeño pueblo, tiene sentimientos conflictivos sobre el tema. “Creo que el petróleo es bueno porque trae dinero y empleo”, afirma. Pero luego menciona el posible impacto ambiental: “El manglar es nuestra fuente de vida. Si un derrame llega al manglar, se acaba todo”.







En la comunidad indígena de St Denny’s, a unos 100 km de Georgetown, el concejal Donnet Frederick nos mostró un invernadero de hortalizas construido con fondos procedentes de la venta de créditos de carbono.
“Nuestra comunidad recibió US$ 80 millones guyaneses [alrededor de US$ 370 mil] de los proyectos de créditos de carbono. Este dinero se utilizó para crear una granja, construir un invernadero y renovar nuestra producción”, afirmó.
En diciembre de 2022, el gobierno de Guyana firmó un acuerdo con Hess Corporation, miembro del consorcio liderado por ExxonMobil, para vender 37,5 millones de créditos de carbono a lo largo de una década. El proyecto es posiblemente el primero en el mundo a ofrecer créditos en escala nacional para el mercado voluntario de carbono.
La iniciativa abarca todos los bosques del país, que suman 180 mil km² y cubren casi el 90% del territorio nacional. En estas zonas vive la mayoría de los indígenas de Guyana, que constituyen el 10% de la población. Hasta 2032, Hess deberá pagar un total de US$ 750 millones al gobierno guyanés, con la promesa de que el 15% sea destinado exclusivamente a los pueblos tradicionales.
Pero el líder indígena Mario Hastings sostiene que las comunidades fueron seducidas por promesas financieras y no fueron debidamente consultadas sobre el proyecto.
Durante varios años, Hastings fue cacique (toshao) de la aldea Kako, en la región de Esequibo, que recientemente se vio involucrada en una disputa territorial con Venezuela. El antiguo líder dijo que en 2022 participó en una reunión del Consejo de Toshaos en la capital, en la que se planteó la propuesta del proyecto del carbono.
“Recibimos muchas páginas en inglés, con una jerga muy técnica, y nos pidieron que respondiéramos inmediatamente”, dijo Hastings. Las comunidades indígenas de Guyana no tienen el inglés como lengua materna, y utilizan sus lenguas nativas en su vida diaria.
“No nos dejaron volver a nuestras comunidades para enseñarles la propuesta. Dije que no, que no podía hacerle eso a mi gente”, recuerda. Finalmente, la opinión de Hastings fue rechazada por el resto del consejo.

Nicholas Peters, coordinador de política y defensa pública de la Asociación de Pueblos Amerindios (APA), afirmó que las comunidades indígenas no han recibido suficiente información sobre el proyecto del mercado de carbono ni sobre los planes petroleros.
“La mayoría de las comunidades de la zona costera no son conscientes de lo que podría ocurrir si se produce un derrame petrolero”, afirma Petters, que trabaja para ampliar los debates sobre el tema en las comunidades.
El proyecto propone comercializar el carbono de la selva para compensar las emisiones de la industria petrolera en Guyana. Sin embargo, un análisis del Instituto Internacional Arayara, realizado a pedido de InfoAmazonia, señala que gran parte de esa compensación sería contrarrestada por la explotación de petróleo. Esto se debe a que los bosques amazónicos del país albergan una reserva de carbono estimada en 4,25 gigatoneladas (Gt) —el equivalente a 15,6 Gt de CO₂—, mientras que la quema de las reservas de petróleo ya identificadas podría liberar hasta 4,09 Gt de CO₂ a la atmósfera, una auténtica bomba de carbono.
Otros factores, como la deforestación y los cambios en el uso del suelo, están destruyendo los bosques y generando emisiones en Guyana. Si se encuentran nuevas reservas, las emisiones de la actividad petrolera y su cadena productiva podrían ejercer aún más presión sobre la selva amazónica. “La duda es si ella será suficiente para equilibrar este impacto en el futuro”, cuestionó Joubert Marques, ingeniero ambiental de Arayara que fue consultor científico para este artículo.
Cada árbol de la selva amazónica almacena carbono y contribuye a la mitigación del cambio climático global.
La Amazonia guyanesa se extiende por un área de 180.000 km², con reservas de 4.250 millones de toneladas de carbono, lo que evita la emisión de 15.600 millones de toneladas de gases de efecto invernadero a la atmósfera.
En 2024, se produjeron 220 millones de barriles de petróleo en Guyana.
La quema de esos millones de barriles de petróleo generó 82 millones de toneladas de gases de efecto invernadero ese año.
Desde 2020, la producción de petróleo en Guyana no para de crecer.
Hasta 2047, se espera que Guyana produzca 11.000 millones de barriles de crudo, lo equivalente a una emisión de 4.090 millones de toneladas de gases de efecto invernadero.
Esta cantidad de gases emitida por la quema del petróleo producido en Guyana agota el 26,2% del servicio ecosistémico prestado por su selva amazónica.
Además, factores como la deforestación aumentan las emisiones en Guyana. Si se encuentran nuevas reservas petroleras, este porcentaje debe aumentar.
En 2024, APA y otras organizaciones sociales publicaron un informe en el que denunciaban las violaciones del proyecto de carbono del gobierno guyanés. El documento destaca que el proceso de certificación “violó las salvaguardias” de los pueblos indígenas al conceder todos los bosques del país al programa.
“Ahora estamos descubriendo que nuestros bosques pueden estar siendo ‘vendidos’ a las empresas que más contribuyen para el cambio climático, que son las petroleras. Pero los indígenas no sabemos qué se firmó ni cuál fue el acuerdo, porque no hubo una consulta adecuada”, dijo Hastings.
El proyecto Hasta la última gota también identificó que, además de la producción petrolera en alta mar, hay bloques en tierra firme que fueron delimitados dentro de 13 tierras indígenas y un área de conservación en Guyana.
Trevon Baird, profesor de la Universidad de Guyana, cuestiona la idea de “progreso” basada en los créditos de carbono. “No se puede simplemente arrojar dinero a las comunidades sin tener en cuenta las repercusiones culturales y medioambientales”, afirma el antropólogo, que investiga los efectos de estas transformaciones en las comunidades indígenas y afrodescendientes de Guyana y el Caribe.
El profesor afirma que los pueblos indígenas y otras poblaciones vulnerables representan “blancos fáciles en la mira de los proyectos” y también son los más afectados por el cambio climático.

No se puede simplemente echar dinero en las comunidades sin tener en cuenta las repercusiones culturales y medioambientales.
Trevon Baird
Antropólogo y profesor de la Universidad de Guyana
Foto: Victor Moriyama/InfoAmazonia
De colonia a petroestado: la explotación extranjera
Durante siglos, Guyana fue explotada por potencias coloniales sin encontrar un camino firme para su desarrollo económico. Tras 467 años de colonización europea y 26 de dictadura, el país siguió siendo pobre y dependiente de la agricultura, incluso después de su democratización, en 1992.
La búsqueda de petróleo en la zona costera guyanesa sigue esa misma lógica. Antes de encontrar reservas económicamente viables, las petroleras extranjeras perforaron durante décadas más de 40 pozos secos, sin rastro de petróleo. ExxonMobil estuvo a punto de abandonar sus proyectos en el país, que quedaron en segundo plano durante algunos años. Shell, propietaria de la mitad del bloque Stabroek, abandonó el consorcio en 2014, poco tiempo antes de la perforación exitosa.
En mayo de 2015, justo después de las elecciones presidenciales, ExxonMobil reveló su gran hallazgo. Desde entonces, se han descubierto más de 30 reservas, con un volumen estimado en 11 mil millones de barriles de petróleo, actualmente valorados en US$ 1 billón.
El gobierno de Guyana ahora considera el petróleo como la salvación económica del país. El inicio de la producción, en 20 de diciembre de 2019, se convirtió en el Día Nacional del Petróleo.
Aunque el sector petrolero ha impulsado significativamente la economía, con un PIB que alcanzó una tasa de crecimiento anual del 65% en 2022, la pobreza sigue bastante elevada en Guyana. En 2022, el Consejo Económico de la ONU señaló que el 43% de la población vivía con menos de US$ 5,5 al día por persona, condición por debajo del umbral de la pobreza.
La tasa de desempleo del 14% es una de las más altas de América Latina. Los grandes proyectos urbanos, como el puente sobre el río Demerara y los modernos edificios del centro de Georgetown, son operados por empresas chinas que contratan sobre todo a trabajadores asiáticos.

Con el hallazgo de las reservas petroleras, ExxonMobil empezó a invertir fuertemente en publicidad para cambiar su imagen en el país. En el estacionamiento de un centro comercial en la zona central de Georgetown, un humorista anunciaba que la petrolera repartiría 100 mil dólares guyaneses (US$ 480) a cada ciudadano adulto en el país, lo equivalente a menos de dos salarios mínimos en Guyana.
“Quiero pedir un fuerte aplauso para Exxon, porque está transformando este país. Por eso, tendremos 100 mil en los bolsillos de cada uno”, dijo el comediante en una presentación a la que InfoAmazonia asistió, en noviembre de 2024.
De hecho, ese depósito fue realizado por el gobierno guyanés como una especie de “subsidio petrolero” correspondiente al valor recaudado por las ganancias de la producción en el país. Fue la primera y hasta ahora única transferencia directa de fondos a la población desde que Esso comenzó su operación en Guyana, hace cinco años.







La presentación del humorista en el centro comercial tuvo lugar un año antes de las elecciones presidenciales de Guyana, que deben ocurrir hasta el final de 2025, pero aún no tienen fecha definida. Ese día también estuvieron presentes algunas estrellas del críquet, deporte popular en el país, cuya liga principal ahora se llama ExxonMobil Guyana Global Super League. Allí, los jóvenes ganaron gafas de sol y los niños recibieron osos de peluche, todos con la marca de la empresa.
Silica City: la ciudad prometida
Los cortes de electricidad son constantes en Georgetown. En un solo día, nuestro equipo presenció tres apagones. A pesar de las grandes reservas petroleras, la mayor parte del petróleo extraído en Guyana es exportado a Estados Unidos y países europeos.
“Estamos acostumbrados a los apagones, pero con los años se han hecho más frecuentes”, afirma Minerva Cort, habitante de la capital guyanesa.

El gobierno de Guyana, en colaboración con ExxonMobil, está desarrollando el proyecto Gas-to-Energy, cuyo objetivo es canalizar el gas de las plataformas para generar electricidad en el país. El proyecto debe costar cerca de US$ 2 mil millones y ExxonMobil ya lo promueve como una alternativa para reducir sus emisiones.
El plan incluye la construcción de un gasoducto que debe salir de la zona de extracción en aguas profundas, recorrer 200 km hacia la playa y continuar otros 30 km tierra adentro hasta la central termoeléctrica en la región de Wales.
Otro proyecto bastante ambicioso es la construcción de Silica City, anunciada por el gobierno nacional como la “ciudad del futuro”. El proyecto está siendo desarrollado a 40 km de Georgetown, en colaboración con la Universidad de Miami, de los Estados Unidos, pero se sabe muy poco sobre él.
La publicidad institucional muestra una metrópolis futurista, con edificios modernos y tecnología avanzada integrada en la vida cotidiana de las personas. En un evento realizado en agosto de 2024, el presidente Ali presentó su visión del proyecto: “Una ciudad con resiliencia sostenible; una ciudad naturalmente bella, moderna e innovadora; una ciudad adelantada a su tiempo’.
Pero mientras la “ciudad prometida” no se materializa con sus altos y modernos edificios, el gran futuro que venden el gobierno nacional y las compañías petroleras contrasta con la realidad cotidiana de la mayor parte de la población guyanesa.
Más del 90% de los habitantes del país siguen viviendo por debajo del nivel del mar. Los canales que atraviesan Georgetown, diseñados para controlar los efectos de las mareas en la ciudad, están obstruidos con aguas residuales y llenos de envases de comida rápida y gaseosas. El agua del grifo también presenta altos índices de contaminación.

De momento, el punto más alto de la ciudad es la montaña de basura que crece sin cesar en el vertedero. Allí, en la cima de ese mar de residuos, se tiene una vista privilegiada de un futuro que nunca llega.
Este artículo forma parte de la investigación Hasta la última gota, un proyecto periodístico producido con el apoyo de Global Commons Alliance, organización patrocinada por Rockefeller Philanthropy Advisors. El reportaje fue producido por la Unidad de Geoperiodismo de InfoAmazonia, con el apoyo del Instituto Serrapilheira.